¿Cómo empezó usted a ayudar a las personas que estaban en el vicio de las drogas?
En 1981 había un problema terrible en España, era el azote de la droga que explotó. Mi esposa tenía dos hermanos que eran adictos al hachís, al LSD, a las anfetaminas, a la cocaína y los llevamos con nosotros, oramos por ellos, los cuidamos y salieron del mal. Luego fuimos recogiendo drogadictos de las calles como buenos samaritanos, eso fue el principio, ahora en nuestros centros se ha atendido a más de 180.000 adictos, de los cuales más de 50.000 se han rehabilitado.
¿Cómo se expandieron a otros países?
De España, donde adquirimos una finca de 50 hectáreas en Vitoria, en el País Vasco, pasamos a Portugal y hace 22 años cruzamos el ‘charco’ (el océano Atlántico) y llegamos a Perú, luego vinimos a Bolivia, aquí estamos desde hace 18 años.
¿Cuál de los problemas es el que más atiende Remar en Bolivia?
Atendemos de todo, cuando en un país no hay cocainómanos o heroinómanos hay niños en situación de calle que huelen cola (clefa) o que están pasando hambre por la miseria o que han sido abusados o violados, son los ‘pirañitas’ en Perú, los ‘palomillos’ en Santa Cruz de la Sierra, las ‘crianças da rúa’ en Brasil, pues te tocan el corazón y por ello está la necesidad de ayudar.
¿Cómo hicieron para financiar su obra social?
En España comenzamos por lo más simple, formamos una empresa de limpieza, luego incursionamos en el reciclaje y en la restauración de muebles viejos, después abrimos microempresas de diversas clases hasta alcanzar 1.500 que tenemos en los 72 países donde estamos presente. En Bolivia hay una empresa de productos de limpieza, una de chocolates, una recicladora de enseres y un servicio de mudanzas.
En Bolivia, ¿a quiénes se ha dado la ayuda más exitosa?
A los niños, que son la misericordia de Dios, y también a los drogadictos, que casi nadie quiere atenderlos.
¿Cómo está la situación de los desamparados en otras partes del mundo?
En África atendemos a 20.000 niños de 18 países a los que se da alimentación y educación, pero hay muchos que no viven en los hogares de Remar. También damos de comer a los presos, los cuales se mueren de hambre en las cárceles porque nadie los visita y los encargados se gastan la plata de la comida.
¿Qué otros planes para seguir creciendo en ayuda tiene para Bolivia?
Crecemos sin parar, en Santa Cruz se está construyendo una finca para rehabilitación y de acogida en Campanero, en el municipio de Cotoca; en El Alto queremos edificar un colegio y las Fuerzas Armadas nos han pedido que construyamos una especie de cuartel para tratar a los soldados con problemas de alcoholismo. Todos nuestros centros están dotados de talleres de formación profesional. Remar tiene 500 proyectos nuevos cada año, es decir, se gestan 1,5 planes por día en cada país.
¿Remar también atiende en Pando y Beni?
Sí, en Beni es terrible por las inundaciones, que son peligrosas, pues pueden ser una bomba de tiempo; recién me reuní con el encargado de Riberalta y me enteré de que hay mucha promiscuidad.
¿Está feliz con su obra?
Sí, pero siempre sufro porque pueden darse fallas. Me siento apasionado y loco por la ayuda que siempre quiero dar, aunque quisiera ver a millones de niños que no sean más abusados en el mundo.